AVISO: El siguiente texto estás sin revisión ortografía y gramática.
Lo siento. Sólo quería mostrar un poco de mi historia.
Un día voy a tener el libro en español.
Y el cielo de Miramar?
Después
de tres horas de espera en el banco, decidió levantar la cabeza, mirando que ya
no había nadie en la plaza, en la calle ni em nigún otro lugar. Estaba
sola. Y nadie podía acercarse.
Sentía
una agonía masajear todo su corazón y no podía imaginar lo que sucedería de
inmediato. La noche posaba como una ave negra sobre el mar, poco a poço, Todo
quedaría para medio de la madrugada.
No sentía el frío de la noche, se jactó con maestría. Se sentía un poco aliviada de
estar allí, pero entendía que la agonía nunca la abandonaría.
Tenía
54 años, y bajo ese árbol supo que no quería llegar a los 60. Porque, no tenía
nada más que decir y hacer. Cansada de toda una vida sin experiencia, sin
logros, sólo supo abandonar y nada más. Nunca sintió la suavidad de una
caricía, nunca he preparado una cena, nunca acarició una piel, sentía una
enorme falta de algo que nunca había probado realmente. Sabía que había hecho
una elección y realmente no quería pagar el precio.
Sentada a la espera de una
brisa que gustaría que fuera un preludio de una tormenta, se reclinó en el
banquillo y sentió una ligera humedad en la parte posterior que se ha acumulado
debido a la niebla que había comenzado hace 49 minutos. Y ella ni siquiera
había notado el sutil encanto de esas lágrimas invisibles.
Con
su amiga del alma, de todas las horas, pensaba siempre las mismas cosas, desde
el día que no quería pasar por más dolor, que imaginaba ser siempre presente.
Amiga como esa no se encuentra en cualquier café o incluso en una fiesta, ya no
sabía ni cuánto tiempo había comenzado esa solitaria amistad.
Primera
vez ahora que escuchaba las olas rompiendo en el muelle. Estaba tan cerca del
mar y tan lejos de la vida; de la vida que nunca tuvo coraje de buscar debido
al miedo, y que nadie la supo entender, donde todo se hacía gigante al lado de
ella. Ya tenía el día y la hora exacta para terminar con todo y no pensar mas
en intentar. En el día anterior, en su pequeno y desordenado mundo - su
habitación dentro de un sótano abandonado y sucio de una vieja casa castigada
por la cruel maresia del tiempo - con sus ojos negros y opacos, escribió una
carta diciendo un poco sobre los años que habían pasado como un arrastre de grillete. La carta tenía un destinatario, que fue dado y lo bendijo. Ni pensaba
en tocar y destruir más nada, ya era suficiente su vida tonta. Pero quería
informar a alguien, tenía que haber alguien, en algún momento, que pueda leer
ésto. Pero llevaba el miedo de ser olvidada, terror de que ningún alma la
buscaria. Terminado la correspondencia firmó su nombre, dobló y selló la carta
que imaginaba que jamás sería leída y dejó al lado de un portarretrato que
reflejaba una imagen de una hermosa niña. Al mirar el cuadro se dio cuenta que
su apariencia, ni remotamente, parecía con la foto tomada en el verano intenso,
en la alta temporada de Miramar. Su imagen se desvanecerá día a día a través de
sus venas, dejándola pálida y con aire de madera polvorienta. Los días para
ella eran siempre iguales y oscuros, y sabía que el sol solamente volvería a
salir cuando ella se fuera.
La
niebla seguía cubriendo su visión de tres metros. El mar cantó la melodía que
jamás cualquier instrumento tocaría; un sonido tranquilo y encantador, que le
seducia en aquello momento. Era como una de las melodías de Astor Pizzaolla que
la envolvía en dulces deseos de acercarse más y más, donde salia la música. Se
levantó dejando una marca seca en el asiento mojado, y vestida con su falda más
bonita - que se ella fuera más guapa sería portada de revista -, recordaba que
un día, en un vagón de tren, fuera fotografiada ‘sin saber’ y puede mostrar un
poco de su belleza, aún no sacrificada. Nunca había se insinuado, pero ese dia,
un fotógrafo sacó una secuencia de fotos con poses discretas y otras sexys. El
hombre se bajó en la siguiente estación, dejándola, cruzando las piernas entre
la falda que volvería a usar en el día que se despediria de toda una vida
vacía. Y ella jamás supo el nombre de él.
Tocó
aquel tejido que tampoco sabia cual era, ni se producia más. Pasó la mano
alisando su falda que la hacía más guapa y caminó lentamente, porque no quería
asustar a su amiga que iba adelante unos pasos. No deseaba ser egoísta, pero
estaba siéndolo. Sentía que la noche le hacía un brindis a ella por aquel
momento sublime. Pasó por su amiga, que paró y se quedó mirando aquella señora
subir la barrera de piedras cerca del mar. Después de unos minutos, sobre la
borde del mar y la tierra, podía sentir el salpicar del agua rascando sus
piernas. Imaginaba que abajo había un montón de rocas, tal vez un lugar
perfecto para una cobarde: un agujero profundo y um mar agitado con ganas de
siempre más. La amiga, al ver esa escena, también decidió subir y apoyar a su
amiga fiel que nunca intentó abandonarla.
Al
sentir un toque sutil en la mano, ella correspondió apretando con fuerza y miró
al cielo, ahora un poco más claro, sin la niebla que la dejaba borracha con su
amanecer de cuarta. Allí era demasiado alto para una señora estar contemplando
el horizonte, además en aquella hora. Sintió un peso sobre sus hombros, algo
pesaba en ese momento, talvez fuera las varias veces que no actuava con
valentia en la vida. La amiga aun estaba presente, pero ella sabía lo que había
elegido y su fiel compañera no podía hacer más parte de ese momento particular.
De sus labios corroídos podría oír su voz densa:
-
Ahora es conmigo! Al menos una vez voy a
tener coraje – sentiase aliviada al hablar eso. La amiga ya no estaba mas allí.
Era
como si escucharse el sonido de una invitación irresistible. No podía dejar
otra oportunidad en la vida. Con su falda más bonita, miró aquellos espuma en
las rocas y caminó en paralelo fugindo de las enormes rocas, caminó sobre la
barrera hasta encontrar un punto más libre, donde nada más podía detenerla. No
se sentía una idiota aquella noche, era como una heroína, a pesar de no saber
de dónde y do qué, pero se sentía una. Ya no quería más sufrir, debido, al
miedo a enfrentar sus dilemas, ella nunca intentó outra vida. Y con su falda
más bonita ha conseguido volar cayendo dentro del mar revuelto. No más llanto
allí.
El
mar la abrazó con fuerza. Sintió el agua fría dando la bienvenida, ya no
pensaba en más nada. El agua la cubrió como almohadillas de broma. Era un
cuerpo extraño en el mar agitado. Sintió la dulzura del sabor del agua sazonada
con sus lágrimas. Probó de todo esto como um drink de Raavi y ya borracha no
quería más flotar.
En
segundo el día amaneció en Miramar, ciudad marítima de Argentina, al sureste de
la provincia de Buenos Aires, y rápidamente comenzó un nuevo día - la gente
caminava con sus perros; personas detenidas ir a su trabajo, corriendo para
encontrar una mesa vacía para el almuerzo. Los días pasaron implacables. Los
días pasan y siempre conducen a alguna parte y, sin darnos cuenta, vamos a
llegar.
Gracias por leer. Un abrazo. Oliver Fábio
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